viernes, 10 de mayo de 2013

Carta abierta: voz y miedo

Por estos días, he reflexionado harto sobre algunas cosas trascendentales. Y una de mis conclusiones (que, en verdad, de novedosa no tiene nada) es que nuestra sociedad está enferma de miedo. Miedo de hablar, miedo de escuchar, miedo de alzar la voz y que nos escuchen, y miedo de hablar tan bajo que no nos perciban. Miedo al rechazo, miedo a la victoria, miedo a la frustración y miedo a la realización. Somos una sociedad mediocre, amarilla, que no sólo apuesta a ganador sino que es incapaz de tomar riesgos. Los inversionistas hablan de "riesgos calculados" al financiar proyectos y startups, como si el riesgo se pudiera calcular. Como si no hubieran dado un salto de fe al conocer a sus esposas. Como si el despertarse y salir de la cama no fuera una hazaña.
La pregunta que cae de cajón: ¿por qué una nueva generación tiene miedo? Cabe la aclaración: me considero parte de una nueva generación. De la última generación con miedo. Somos unos seres extraños: nacimos en dictadura, crecimos en democracia, y peleamos por ideales añejos, anacrónicos, que no nos representan ni se acomodan a nosotros. Crecimos bajo la sombra de papás que se debatían entre la sobreproteción pre-dictadura y el libertinaje post-victoriano para nosotros. Crecimos con un control remoto en la mano, y el grito del patriarca de fondo recordándonos que todas las tareas de la casa estaban sin hacer. Crecimos en contradicciones, saltando en un pie alternado, como si no hubiera una gota de cordura en este mundo.
Y no la había. Desde que nacimos hasta hoy, el mundo se ha precipitado tanto, que me sorprende su eje no haya cambiado. Este mundo está vuelto loco, y nosotros somos los culpables.
Pero nada lo explica: ¿papás que fueron hijos de la dictadura? ¿Temor reverencial por el que tiene más? ¿Exceso de empatía en la crianza? ¿Nos formaron como ovejas? ¿Y qué pasó con esas eternas clases de educación cívica, de liderazgo, de sociedad, de emprendimiento, de ética, de neosociedad? Nada. No pasó nada. Los profesores nos dijeron, nos mintieron. Los adultos no querían dejar su parte. Y nos obligaron a callar.
Lo peor es que es mucha la gente que se amordaza sola, por temor al temor mismo. He escuchado argumentos del tipo "la gente está muy mala" (falacia), "no sabes quién te puede apuñalar" (verdad), "todos son patos malos" (falacia) y otros más. Es cierto que los índices de delincuencia han subido, pero porque antes no se medía nada. Hoy el gigantesco flujo de información nos ha dado ojos y oídos sobre cosas que antes no podíamos ver ni oír. Y eso nos da miedo. Le tenemos miedo al avance. A la luz. A la verdad y a las opiniones. Nos cagamos en los pantalones porque tenemos que hablar, cuando tenemos que hablar. Nadie es capaz de decir lo que piensa, menos respetuosamente. Creemos que todo es un ataque, porque queremos atacar a todo y a todos.
Cuando nos demos cuenta de nuestro error, va a ser muy tarde.

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