lunes, 29 de abril de 2013

Última fila: Tercero

Tener un gusto peculiar para los discos, no sólo implica que me gusta la música mala, sino la extraña también. Cuando digo "extraña" me refiero a cosas no sólo atípicas, sino que a música que, bueno, yo considero que no es particularmente mainstream. Es parte de la gracia de ser un nerd: te das permiso para escuchar música de mierda, mientras tenga relación con alguna parte de tu nerdería. (¿Les conté que me considero nerd, que me gusta programar y aprender y la estadística y la ciencia de datos y muchas cosas que son consideradas nerd cool hoy por hoy? En fin.)
Ahora, es cierto que de repente soy un total poser. Porque me considero nerd, pero no soy particularmente fanático de los juegos. No me gustan los RPG. Ni Zelda, ni WOW, ni muchos más que son clásicos en el género. Sí me gustaba Megaman, y Tetris, y otros, pero nunca fui particularmente proficiente con el control. Lo importante, es que de por vida vas a recordar esos maravillosos momentos que pasabas enfrente a la tele, maldiciendo al jefe de turno - Bowser, Darth Vader, Dr. Willy, como-se-llame el malo de Zelda, entre miles de otros -, tirando el control del juego a la cresta, llorando de frustración por la infinita cantidad de veces que tenías que repetir una etapa, o porque... Bueno, había tantas razones para frustrarse, que si las enumerara todas, en verdad no terminaría hoy.
Pero eso no es lo importante. Lo relevante de todo eso, es que todos esos juegos tenían melodías que marcan. Nunca voy a olvidar ese ruido de pausa (porque no sé qué podrá ser) del Battletoads. O la canción de Mario Bros. O la música de los Super Star Wars (ah, simpática coincidencia, es la misma que las películas!). Y siempre, siempre siempre, la música de dichas alegorías a la vida - o la muerte - es incidental. POR QUÉ EN EL MUNDO LA CANCIÓN DE SUPER MARIO BROTHERS NO PUEDE TENER UNA LETRA BACÁN COMO "soy un plomero súper bacán/me tiro a una Princesa, como hongos y están/todas las cosas súper chorifláis" o algo así.
Hay una regla en Internet. La regla 34, dice que "si existe, hay porno de ello". Y, por definición, porno no es sólo gente tirando. Como músico, como amante de la música, para mí es porno-para-músicos escuchar la canción de Tetris con letras. ¿El problema?
LAS LETRAS DE ESTE DISCO SON ABSOLUTAMENTE WEONAS. Bueno, no todas. Hay un par que salvan.
Contexto: hablo del disco What if this CD had lyrics...? de Brentalfloss. Parece que en Estados Unidos no sólo está de moda, sino que es como súper común que un personaje suba videos a YouTube con algo de post-producción, se vuelva famosillo y alcance la cima en varios lugares. Por ejemplo, este camarada. Comenzó en internet una serie de videos con la premisa "qué tal si la canción de tal-o-cual juego tuviera letra...?" y se volvió un hit. Hizo de todo: Megaman, Zelda, Tetris, Mario Bros, Final Fantasy, y varios más. Junto con canciones personales. Puso todo junto, le metió masterización, se inscribió en iTunes y subió su disco. El cual, si eres un nostálgico, probablemente te guste, porque tiene varias melodías de la infancia. Si no eres nostálgico y/o entiendes bien inglés, tengo malas noticias: es un bodrio de disco. Las letras, aparte de un par de canciones, son malas. Las melodías están bien logradas, pero no merecen eso. Muchas de ellas, al menos.
Al fin del día, cuando lo pienso un poco, me doy cuenta que este disco es una razón más para frustrarte con esos juegos imposibles de antaño.

sábado, 27 de abril de 2013

Última fila: Segundo


Ultima fila: los peores discos de mi vida

Cuando hablo de música con mis congéneres, con mis pares, con gente que conozco o que nunca conoceré, pocas veces menciono que me gustan una cantidad ingente de discos malos. Malos. De esos que ocupan espacio en mi disco duro y todavía no sé por qué. Quizás escribir al respecto me haga entenderlo.
Corre el año 2007. Robotech fue estrenada hace 20 años. Shadow Chronicles (la última entrega de Robotech) había sido estrenada el año pasado. Yo, personalmente, era casi un mechón en la universidad. Y de esto, nada es realmente relevante.
Excepto que, ese año, Michael Bradley lanza su primer disco: Lonely soldier boy.
Si usted es un fan hardcore de Robotech, debiera saber que Bradley es la voz detrás de Lancer o Yellow Dancer, de la tercera temporada, la que tenía los Invids. También, si es melómano de corazón y/o muy viejo, podría llegar a recordarlo de la banda Paul Revere & the Raiders, de los 60's-70's-80's. Yo sé que lo conocí con Lonely soldier boy, el tema homónimo del disco en cuestión, en Robotech, ya de muy grande.
Y este disco, Lonely soldier boy, es un disco que se compone exclusivamente de canciones compuestas para Robotech, pero arregladas no para la serie, sino para el gusto de Michael. Y Micky, la verdad, hace un buen trabajo con un pop comercial, buenos riffs, canciones con estructura de hit, pero la verdad de las cosas, es que tiene muy poca sustancia musical. Sí, las canciones de Lancer son buenas, y el himno de Robotech primera temporada, We will win, puede emocionar. Siempre y cuando, la cante Lynn Minmay. La versión lenta, fúnebre y muy de cuerdas del tío Micky, en verdad, no da el ancho para lo que quiso hacer.
Si eres un nostálgico de los varitech, de la actitud bien perra-esca de Minmay, del romanticismo sin fin de Lisa Hayes, o de Rick Hunter, el disco te va a tincar. Si no, ni siquiera te vas a dar cuenta que lo estás escuchando. Es así de transparente. El quiebre de verdad viene cuando te das cuenta que todo esto es lo que debió estar en Robotech, 20 años antes. Y que es lo que quedó de Robotech, 20 años después.
Si lo ves así, en verdad es sólo un disco triste. Muy, muy triste.

viernes, 26 de abril de 2013

Última fila: Primera


Última fila: la peor música de mi vida

Durante mis años (largos diría un siútico, cortos un optimista, vividos un bohemio, sufridos un depresivo) de vida, he deseado muchas cosas. Ser músico, disco jockey, bloguero, tener tribuna. Cosas que, en promedio, no tengo idea cuánta gente quisiera ser. Pero sé que yo quise con todas mis ganas.
Nací a fines de los '80. Viví la época del nü metal con pasión, comprándome polerones Nike rojos como los de Fred Durst, vibrando con sus jockeys de los New York Yankees (años después, recién, aprendí que eran un equipo de baseball. Pendejo.), admirando esos horripilantes pelos con mucho gel de Mike Shinoda y Chestor Bennington, o los gritos espeluznantes de Jonathan Davis. Y cómo olvidar a la fuerza policial, aquellas épocas en las que rompíamos la calma, o simplemente nada (referencias a 2X, no sé si pioneros, pero sí mayores exponentes populares, del mencionado aggro). Buenos tiempos.
De aquellos años, muchos ampliamos nuestros horizontes musicales. Otros, descubrieron (tiempo después) el post-metal, el post-hardcore, el screamo, y qué se yo. Pero todos recordamos con cierto cariño los primeros discos de nuestros primeros años como metaleros.
El problema está en otro lado. El problema está en que, tanto como nosotros, nuestras bandas crecieron, y no evolucionaron (todas) como nosotros. No hablo de Korn y el Path to Totality, una mezcla exquisita de rap-core con dubstep -las participaciones especiales de Noisia, Skrillex y Kill the Noise son de lo más raro y más natural de este tiempo. Tampoco hablo de la lealtad con la que Deftones ha pasado los años.
No. Hablo de discos malos, sin sentido, sin pies ni cabeza. Discos que duele escuchar, cuando amaste tanto a una banda.
Discos como el Unquestionable truth, de Limp Bizkit.
Sabemos que Fred Durst es una diva del metal alternativo. Sabemos que sus peleas con Wes Borland son constantes y sonantes. Pero no sabíamos que el orgullo de una banda, y su férrea defensa de su antigua gloria, pueden ser patéticas.
The Unquestionable Truth es un disco que a mí, en lo personal, me gusta. Me gusta, porque es escuchar a Rage Against The Machine con el gordito Durst en el micrófono. Me gusta, porque el Chocolate Starfish es de mis preferidos, porque el Significant Other cambió mi vida. Pero no me gusta porque sea un buen disco.
Un disco conceptual, sin pies ni cabeza. Sin inicio ni conclusión. Sólo con algo que parece ser, o podría pasar, por crítica social. Riffs locos de guitarra o lo que esperaríamos de Wes Borland. Líneas de bajo más predominantes que antes, quizás de la onda de Re-arranged. Una cosa bien aggro, bien contestataria. John Otto, como siempre, impecable en la batería. DJ Lethal con un tema sólo de él (una cosa como Cure for the Itch). Es un disco bien armado. Es un disco con calidad musical, como el Significant Other. Pero es un disco que no se entiende. No tuvo difusión, no tuvo propaganda -y, oh ironía, la primera canción del disco es The propaganda. Y, cuenta la leyenda que Durst desafió a su sello con la siguiente frase: "no necesitamos publicitar un disco para venderlo". Y como el gordito no es particularmente un Rey Midas, probablemente usted, amable y cariñoso lector, no conozca este disco.
Y, si lo conoce, le pido disculpas de parte de Limp Bizkit: no quisieron hacer lo que hicieron.

miércoles, 17 de abril de 2013

En boca de tantos... NOT

Me presento.
Javier Ignacio. 25 años. Egresado de Ingeniería Civil Industrial, con mención en Innovación. Estoy estudiando para ser un Data Scientist.
Me excuso.
Lo que leas acá puede ser pesado, desagradable, innecesario, pero no hay nada que escriba que no piense en verdad. A menos que no lo piense.