jueves, 29 de agosto de 2013

Diario de un poema: 1

Hoy, jueves de agosto / el último jueves que cuenta / decidí hacer hervir el mosto / decidí por la masacre cruenta.
Harán seis años del último / y veinte del primero / pero sé que no es de nada múltiplo / de nada sirve ser lastimero.
Hoy, de agosto este jueves es el final / y final es mi determinación / de tomar el asta de la acción / y vencer esa desidia fatal.
Porque somos expertos en mentirnos / y decirnos lo que queremos escuchar / sin lamentar lo que no vemos / no podemos solo abrirnos / no podemos hoy vivirlos.
Hoy, el último jueves de agosto / empiezo a hablar con genio corto / y poco sentido del entorno / hoy es el diario de un poema.

jueves, 8 de agosto de 2013

Carta abierta: de la libertad y el derecho

Hace algo más de un mes fue la Marcha por la Igualdad, y fui parte de ella. Más allá de la experiencia misma, o del alcance de las peticiones de Iguales, OTD, Movilh y todas las otras organizaciones que estaban presentes en la marcha, hay algo que me da vueltas. Y no puedo terminar de resolverlo. Por ello, quiero hablaros de la libertad, y del derecho.
Durante un par de días, me dio vueltas en la cabeza una pregunta fundamental: ¿por qué, si todos somos iguales, debemos tener los mismos derechos? Y la expuse a varias personas, diversas todas entre sí. Y tuve varias respuestas, que fueron construyendo la convicción que tengo ahora.
Escuché respuestas de todos los tipos. Algunos, que no debemos tener todos los mismos derechos, porque somos distintos. Otros, que todos debemos porque seguimos un mismo paradigma, el paradigma del ser humano. Y opiniones en el intermedio. Y como esto es una plataforma de opinión, voy a contar de la evolución de mi opinión, y las líneas argumentativas que creo pueden seguir. Así, espero, alguien vea una falla, o ponga un punto interesante, y podamos mejorar todos nuestro entendimiento de todo.
El sábado en la mañana (previo a la marcha) era un fan acérrimo de la discriminación económica (la gran Wikipedia la define aquí). La discriminación de precios perfecta, permite al productor cobrar el valor exacto del bien que se vende a quien lo compra. Es decir: si, para mi, un iPhone vale (el valor que me entrega) lo cuantifico en $900.000, el vendedor me va a cobrar esos $900.000; si el mismo iPhone vale $200, el vendedor le cobra $200. Así, todos ganan exactamente lo que deben ganar. De la misma forma, y haciendo el análogo, teniendo leyes que se adapten perfectamente a lo que la gente quiere (limitando su libertad hasta el punto donde son libres de hacer lo que quieran, que es sólo lo que quieren hacer y no más que ello), la sociedad tendría su mayor utilidad.
Pero después se generó la discusión. Y partí escuchando que la gente debiera poder hacer lo que quiera, y no sólo ello sino más. Y mi concepto empezó a cambiar. Partiendo por el hecho de que la gente no sabe lo que quiere, y así es imposible darles la opción de que lo hagan (si yo no sé andar en bicicleta, no sirve de nada que me regalen una). Así, fui recabando opiniones, y formando la mía.
Me dijeron que los seres humanos son diferentes. Y toda la vida hemos luchado con ese concepto. El feminismo es el ejemplo que más me suena a lo que comento. Cada etapa social ha tenido grupos (tribus) urbanos que han buscado homogeneizar a sus integrantes. Pero, en el fondo, somos inherentemente distintos. Tenemos distintas ideas, distintas opiniones, distintas experiencias y distintos gustos; distintas posturas, distintas sensaciones, distintas emociones y distintas formas de ver la vida. Somos en esencia distintos. Y eso es determinante en el análisis.
Lo que buscamos en una sociedad es tener el mayor grado de libertad posible. Esa es la premisa básica. Para ello, establecemos límites y normas, que regulen la libertad que podemos tener, en función de lo que consideramos (de forma más menos consensuada) bueno o malo. Es decir: matar es malo, no lo permitimos; comer es bueno, lo permitimos. Así, vamos normando el comportamiento de una persona, de una manera prohibitiba y coercitiva - es decir, si alguien infringe una norma, se deja caer el peso de la ley sobre esa persona, de forma idealmente proporcional a su falta. Pero, ¿es realmente esa la manera de optimizar el bienestar social? Y no desde una perspectiva económica, sino puramente social.
¿Cuál es el mecanismo que nos abrirá, realmente, anchas alamedas, donde pueda el hombre libre caminar a su placer y real soberana voluntad?